lunes, 1 de octubre de 2018

Lo mejor de estar en un club de lectura es que abres tu mente y tus ojos a lecturas a las que a lo mejor no llegarías sola.

Lo peor de estar en un club de lectura es que desarrollas una ética lectora que te impide abandonar un libro que ha elegido otro.

Quería que me gustara este libro tanto como me gustaba el latín en BUP, que era fan fatal y me encantaba y me parecía lo mejor de la vida. Y claro, no. El libro mal. Mal fatal. 

El autor me ha parecido cursi y redicho y nada ameno. Por mucho que el latín te parezca la cumbre del saber, incluso aunque lo sea, si pretendes que los demás se enamoren tanto como tú a veces toca bajar un poquito el listón y hacerlo simplemente entretenido, despertar la curiosidad, contar anécdotas, hacer que el lector piense "y yo que pensaba que el latín era un rollo, y mira, no"

Pues este señor hace todo lo contrario. 
Es de estos de los de la verdadera cultura, igual le explota la cabeza si le cuento que a los 16 me entusiasmaban casi por igual el latín y Flores en el ático. Que qué manía con clasificar todo en bueno y malo. Bueno es lo que te guste a ti.

Y ya está, no le dedico ni un minuto más.

Pobre Juanjo, que lo elige con todo su cariño. Pero la vida del club es así, tú pones todo tu amor y luego los demás te destrozan el libro. El próximo destrozo será el 1 de diciembre y la víctima es El último caso de Philip Trent, que lo he escogido yo. Mientras tanto, podéis leer cómo destrozan (o no, que siempre existe la posibilidad de que salte la sorpresa en Las Gaunas) este libro Desgraciaíto, Juanjo, Carmen y Pau.