A pesar de que aquella mañana de julio hacía un sol abrasador, la señora Lucas prefirió recorrer a pie la media milla que había entre la estación y su casa, enviando a la doncella y el equipaje en la calesa que su marido había enviado para recogerla
Así empieza Reina Lucía, de E.F. Benson. Si queréis saber por qué no vuelve Lucía a su casa en la calesa igual vais a tener que leer el libro, aunque os adelante que es porque no se le ocurre nada bueno.
Benson nos lleva al entorno rural inglés, con sociedades pequeñas pero con una jerarquía muy clara. En Riseholme, Lucía (que en realidad se llama Emmeline Lucas) es la reina, la más popular, la animadora del instituto, porque se comportan como auténticos adolescentes. Es una época en la que la gente acomodada no tenía absolutamente nada que hacer, leer, tocar el piano, organizar veladas...y básicamente hacer el mal. Poniendo muy buena cara, por supuesto, pero con mucha mala baba, unas por ascender y otra por no querer dejar de ser la más popular...o la más temida, vete a saber.
Es divertidísimo, son una pandilla de desfundamentados de la vida. No quiero meterme en detalles para no chafar momentos completamente hilarantes, pero por favor, recordad esta palabra: GURÚ. Leeré más libros de esta saga, por lo menos sé que hay tres más en español: La señorita Mapp, Mapp y Lucía (que ya lo he leído por cosas de no enterarnos bien de las sagas) y Lucía en Londres. Son libros que se pueden leer perfectamente de forma independiente. Y también hay una adaptación de la BBC que mezcla cosas de los distintos libros y que es también tronchante.
He marcado algunas cosas para que veáis como se las gastan en Riseholme.
Una de las grandezas de Lucía residía en el hecho de que cuando descubría a alguien en un acto de miserable vileza nunca se permitía ni el más mínimo atisbo de vanidosa venganza: para ella era suficiente saberlo, y ya daría los pasos oportunos en la siguiente ocasión (...) pues no sirve de nada hundir una daga en el corazón de tu enemigo si no produce en él la herida esperada.
¿Es muy buena amiga suya, señor Pillson? Espero que sí, porque a todo el mundo le gusta reírse de sus mejores amigos.
¿Y qué si Lucía le había dicho a Olga que ella y Pepino hablaban a menudo en italiano en casa? Esa no era razón suficiente para que nadie esperara, tan a la ligera, que hablara italiano en cualquier otra parte.
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